Mi infancia estuvo llena de momentos inolvidables que me ayudaron a formar mi personalidad. Recuerdo que pasaba mucho tiempo jugando en el parque con mis amigos, donde hacíamos competencias de carreras y juegos de fútbol. Me encantaba trepar a los árboles y esconderme detrás de ellos, sintiéndome como un aventurero en un mundo lleno de posibilidades. También disfrutaba de las tardes de verano, cuando mi familia organizaba parrilladas en el patio trasero. Eran momentos de risas, música y comida deliciosa que siempre recordaré con cariño.
En la escuela, era un estudiante curioso y algo tímido. Me gustaba aprender cosas nuevas, especialmente sobre ciencias y matemáticas. Participaba en actividades extracurriculares como el club de ciencias, donde realizábamos experimentos y proyectos interesantes. Aunque a veces me sentía inseguro al hablar en público, tenía un grupo de amigos con quienes compartía mis intereses. A pesar de las dificultades típicas de la adolescencia, siempre permanecía fiel a mí mismo, disfrutando de la creatividad y la imaginación que acompañan la infancia.