Gandhi, a lo largo de su vida, identificó ciertas cualidades de los ingleses que admiraba y respetaba. Entre estas, la más destacada era su apego al estado de derecho y a las reglas establecidas, lo que contrastaba con la injusticia y la desigualdad que él presenció en su propia nación bajo el dominio británico. Esta apreciación por la ley en la cultura inglesa lo llevó a entender que podría luchar contra la opresión sin recurrir a la violencia, apelando a principios éticos y moralmente sólidos.
Además, su experiencia en Sudáfrica al ser víctima de discriminación racial le permitió ver la importancia de la dignidad y el respeto en el trato humano, cualidades que también deseaba promover entre sus compatriotas indios. Gandhi utilizó esta comprensión para desarrollar su filosofía de no violencia, convencido de que enfrentarse a la opresión de forma pacífica podía generar un cambio significativo en la sociedad.
Gandhi consideraba que, al adoptar un enfoque no violento, era posible transformar la percepción de la lucha por la independencia en algo moralmente superior y más atractivo para los que buscaban un cambio. Al demostrar que el movimiento de independencia de India podía sostenerse en valores de amor, respeto y dignidad, Gandhi logró movilizar a un amplio sector de la población y atraer la atención internacional hacia la causa india. Su táctica de no violencia fue, por lo tanto, tanto una estrategia política como un principio ético profundamente arraigado en su visión del mundo.