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Aunque el riesgo en inversiones a menudo se considera negativo, no siempre es así. Esto se debe a que el riesgo es inherente al potencial de obtener rendimientos más altos. Es decir, a mayor riesgo, mayor es la posibilidad de obtener ganancias significativas. Los inversores que están dispuestos a asumir un riesgo calculado pueden beneficiarse de las fluctuaciones del mercado y aprovechar oportunidades que otros podrían evitar. Además, el riesgo puede fomentar la innovación y el crecimiento, tanto en empresas como en economías, lo que a su vez puede traducirse en mayores rendimientos a largo plazo.
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Estrategias para gestionar el riesgo:
a. Tiempo: Esta estrategia implica no apresurarse a vender o comprar inversiones basándose en fluctuaciones a corto plazo del mercado. Al invertir a largo plazo, se pueden superar los altibajos temporales y aprovechar el crecimiento potencial del mercado a lo largo del tiempo. Esto les da a las inversiones la oportunidad de recuperarse y crecer, lo que puede resultar en un rendimiento más estable y menos estresante.
b. Diversificación: La diversificación consiste en no poner todos los recursos en una sola inversión o tipo de activo. Al diversificar, se distribuye el riesgo entre diferentes inversiones, lo que ayuda a proteger el portafolio. Si una inversión no rinde como se esperaba, las otras pueden compensar la pérdida, reduciendo así el impacto global en el portafolio.
c. Invertir a lo largo del tiempo: Esta estrategia sugiere hacer inversiones regulares a lo largo del tiempo, en lugar de invertir una cantidad grande de dinero de una sola vez. Al hacerlo, se pueden promediar los costos de compra y minimizar el impacto de la volatilidad del mercado. Esto también promueve la disciplina y ayuda a evitar decisiones emocionales que pueden surgir cuando se intenta cronometrar el mercado.