Querido diario,
Cuando era niño, era muy curioso y alegre. Me gustaba explorar todo lo que me rodeaba, y siempre tenía preguntas sobre el mundo. Pasaba mis tardes jugando en el parque con mis amigos, donde corríamos y reíamos juntos. Además, disfrutaba de leer cuentos de aventuras, porque me transportaban a otros lugares. A veces, mis abuelos me contaban historias fascinantes que me atrapaban y, por supuesto, les escuchaba con atención. En el pasado, iba a la escuela con entusiasmo y aprendía muchas cosas nuevas, lo que me hacía sentir muy feliz. También dibujaba en mis cuadernos, creando mundos imaginarios llenos de criaturas mágicas.
En aquellos días, siempre jugábamos a las escondidas. A menudo, mis amigos me decían que yo era el mejor en encontrar escondites. Durante el verano, íbamos a la playa y mis padres me llevaban a hacer castillos de arena. Recuerdo que mis hermanos se divertían mucho conmigo. Al caer la tarde, mirábamos las olas y escuchábamos el sonido del mar. Éramos niños despreocupados, y cada día era una nueva aventura. A veces, mis padres me sorprendían con un helado, lo cual me alegraba el día. Crecí rodeado de amor y diversión, lo que hizo que mi infancia fuera inolvidable.